30 enero, 2008

Sombras en el alma

Gustave Doré: El paraíso perdido

Le hablé de cómo hasta aquel momento no había comprendido que aquella era una historia de gente sola, de ausencias y de pérdida, y que por esa razón me había refugiado en ella hasta confundirla con mi propia vida, como quien escapa a través de las páginas de una novela porque aquellos a quien necesita amar son sólo sombras que viven en el alma de un extraño.

Carlos Ruiz Zafón
La sombra del viento

26 enero, 2008

Un sencillo consuelo cotidiano

Mark Ruffalo y Sarah Polley en Mi Vida Sin Mí (2003)

Por último ella se vuelve hacia él. Este lado de la forma humana exhala un calor comunicativo. Mientras se besan, Henry se imagina los ojos verdes que buscan los suyos. Este ciclo común de dormirse y despertar, en la oscuridad, bajo unas mantas privadas, con otro ser vivo, un mamífero pálido, suave y tierno, de juntar las caras en un rito de afecto, fugazmente asentado en las eternas necesidades de calor, confort, seguridad, de cruzar los miembros para estar más cerca: es un sencillo consuelo cotidiano, casi tan obvio que es fácil olvidarlo a la luz del día.

Ian McEwan
Sábado

24 enero, 2008

Como dos barcos

William Turner - Pescadores en el mar


Somos Dos Barcos

Éramos amigos y nos hemos convertido en extraños.
Pero está bien así y no queremos ocultarlo, como si
nos avergonzáramos de ello. Somos dos barcos,
cada uno de los cuales ha emprendido su rumbo;
podemos cruzarnos y celebrar una fiesta juntos,
tal como lo hemos hecho. Pero nos separó la fuerza
todopoderosa de nuestra misión, en distintos mares y
soles, y tal vez no volvamos a vernos nunca más;
tal vez volvamos a vernos, pero no volveremos a
reconocernos : los diferentes mares y soles nos han
cambiado.
Precisamente por eso debe ser más sagrado el pensamiento
de nuestra antigua amistad. Por eso queremos creer en nuestra
amistad estelar, aunque tengamos que ser enemigos terrenales.

Friedrich Nietzsche


Lo escribió Nietzsche a Wagner, y aparece citado en el libro
Wagner, el visitante del crepúsculo, de Arnoldo Liberman.

22 enero, 2008

Ah, el amor (12)

Rocas Negras - Mar del Sur - prov. de Buenos Aires - Argentina
foto: Marxe


Orden y desorden del amor

Para empezar citaré los elementos
Tu voz tus ojos tus manos tus labios

Estoy sobre la tierra ¿estaría
Si tú no estuvieras en ella?

En este aire que hace frente
Al mar al agua dulce

En este aire que el amor
Alumbró en nuestros ojos

Este aire dichoso y desdichado
Donde yo he penetrado
Por virtud de tus manos
Por gracia de tus labios

Este primer estado humano
Como pradera naciente

Nuestros silencios y palabras
La luz que se va
La luz que regresa
El alba y la noche nos hacen reír

En el corazón de nuestro cuerpo
Todo florece y madura

Sobre la hierba de tu vida
Donde acuesto
mis viejos huesos

Donde termino.

Paul Eluard

en El Duro deseo de durar (1946)

19 enero, 2008

el fin de la noche

foto: airderien

A veces, cuando estaba con él, veía el "fin de la noche". Era una escena que, sola, yo nunca había presenciado.
Pero jamás mientras lo hacíamos. Mientras lo hacíamos no se abría ninguna fisura entre nosotros, nuestras mentes nunca vagaban erráticas. El, mientras hace el amor, no dice una palabra: yo, bromeando, intentaba hacerle hablar, pero lo cierto es que me encantaba que permaneciese en silencio. No sé por qué, pero me daba la sensación de que, a través de él, dormía con la inmensidad de la noche. Cuando no hay palabras, me da la impresión de que a quien estoy abrazando es, más que a él, a su auténtico yo, sumergido en las profundidades. "¿Dormimos?" Hasta que nuestros cuerpos se separan, no pienso en nada. Me basta con cerrar los ojos y sentir su verdadero yo.
Sucede de madrugada.
No hay diferencia si estamos en un gran hotel o en una pensión de esas que hay detrás de las estaciones. De madrugada, tengo la sensación de oír el rumor de la lluvia y del viento, y me despierto de golpe.
Entonces siento unos deseos irreprimibles de mirar hacia fuera y abro la ventana. Un viento frío penetra en la habitación llena de aire caliente y se ve titilar las estrellas. O puede que empiece a lloviznar.
Me quedo mirando y cuando, de repente, dirijo la vista a un lado, veo que él, a quien suponía dormido, tiene los ojos muy abiertos. Y yo, no sé por qué, me quedo sin palabras y, muda, clavo la mirada en sus ojos. El está acostado, no alcanza a ver fuera, pero su mirada es tan clara y transparente como si en ella se reflejaran los sonidos y las imágenes del exterior.
-¿Qué tiempo hace? -me pregunta en un tono muy calmado.
"Llueve", o bien: "Hace viento", o bien: "El cielo está despejado y se ven las estrellas", le respondo yo.
Estoy tan sola que creo que voy a enloquecer. ¿Por qué me siento tan sola cuando estoy con él? Tal vez se deba a lo complejas que son las circunstancias en que los dos nos encontramos, o tal vez a que el único sentimiento que abrigo acerca de nuestra relación es que me gusta, o tal vez a que no tengo ninguna idea precisa sobre lo que quiero que hagamos.
Lo único que he tenido claro desde el principio es que este amor se sostiene en la soledad. Entre tinieblas desiertas que parecen brillar, yacemos los dos, mudos, sin lograr sustraernos al hechizo.
Esto es el "fin de la noche".

Banana Yoshimoto
Sueño Profundo
(cuento "Sueño Profundo")