30 mayo, 2015

El prójimo

Antonio Fillol - La gloria del pueblo (1895)

No éramos los más pobres. A nuestros vecinos más próximos, que tenían aún menos dinero que nosotros y una casa siempre sucia y mal atendida, los despreciaban mi madre y más personas. Como no tenían trabajo, pertenecían a esa fracción de vecinos de quienes se decía que eran unos holgazanes, unos individuos que viven de las ayudas sociales, que no pegan golpe. Voluntad, deseo desesperado y siempre reanudado de colocar a otras personas por debajo de uno, para no estar en lo más bajo de la escala social.


Edouard Louis
Para acabar con Eddy Bellegueule


23 mayo, 2015

Tregua

 William Gedney - Crowd at O’Rourke’s Bar in Brooklyn, New York (1960)


Él mismo cargaría en sus brazos los despojos mortales de la Solveig ideal; y, a falta de tierra en que sepultarla, inventaría para ella una lujosa inhumación de literatura. Y lo haría esa noche, allá, en el cuarto de sus tormentos y en una soledad tajeada de sollozos. El Cuaderno de Tapas Azules tendría segunda parte: un funeral maldito y una liturgia de fantasmas que lloran desde los ojos a los pies.
En este punto Adán observó, como tantas otras veces, que las dos señales exteriores de su exaltación amenazaban con delatarlo: una inspiración profunda que le hacía doler el pecho y un afluir de lágrimas a sus ojos. En el temor de verse descubierto, recorrió la tertulia con una rápida mirada: junto al ventanal el trío de señoras departía otra vez animadamente; en lo alto de su escalera mister Chisholm trataba de fijar al muro una rebelde tira de papel; Marta Ruiz y el ingeniero tenían ahora la palabra en el diván celeste; por otra parte, la discusión arreciaba de nuevo en el sector metafísico a que pertenecía, y Samuel Tesler llevaba, como de costumbre, la voz cantante. Adán se tranquilizó: era visible que nadie reparaba en él. Pero sintió al mismo tiempo la necesidad urgente de unir su voz a tantas voces, de compartir aquel mundo sonoro, de fundirse todo él con la tertulia, siquiera para olvidarse de sí mismo y hacer a un lado los nuevos clamores de su alma. ¡Una tregua! Entonces, con más desesperación que sed, apuró su whisky de un solo trago. Y al volverse para dejar el vaso en el suelo, vio junto a sí la figura enigmática de Ramona que le tendía otro vaso lleno hasta los bordes, Hebe antigua, Hebe callada, Hebe piadosa en su piadoso ministerio.


Leopoldo Marechal
Adán Buenosayres

20 mayo, 2015

Un hombre bueno


John Steinbeck con su perro Charley

Alzó en brazos a Charley y lo sacó y lo puso en el asiento delantero del descapotable, y el rabo peludo cotorreó contra el cuero. Estaba contento y confiado, y yo también. Y ése fue el motivo de que me quedase unos días en Amarillo. Para completar el episodio diré que recogí a Charley cuatro días después, completamente bien. El veterinario me dio unas pastillas para que se las diera a intervalos durante el viaje para que no volviera a aparecer el trastorno. No hay absolutamente nada que pueda reemplazar a un hombre bueno.

John Steinbeck
Viajes con Charley
en busca de Estados Unidos

01 mayo, 2015

El desheredado


Fan Ho - El llanero solitario

EL  DESDICHADO

Soy el Tenebroso,-el Viudo,- el Desconsolado,
El Príncipe de Aquitania de la torre abolida:
Mi única Estrella ha muerto, - y mi laúd constelado
Lleva el Sol negro de la Melancolía.

En la noche de la Tumba, Tú que me consolaste,
Devuélveme el Pausilippo y el mar de Italia,
La flor que tanto gustaba a mi corazón asolado
Y la parra donde el pámpano a la Rosa se alía...

 ¿Soy Amor  o Febo?... ¿Lusignan o Biron?
Mi frente está roja todavía por el beso de La Reina
Soñé en la Cueva donde nada la Sirena.

Y dos veces vencedor, atravesé el Aqueronte
Modulando a su tiempo sobre la lira de Orfeo
Los suspiros de la Santa y los gritos del Hada.

Gérard De Nerval
(París,1808)

Versión de Claire Deloupy