13 octubre, 2016

Al cabo


 Bruce Davidson - Brooklyn Gang 2

Al cabo, son muy pocas las palabras
que de verdad nos duelen, y muy pocas
las que consiguen alegrar el alma.
Y son también muy pocas las personas
que mueven nuestro corazón, y menos
aún las que lo mueven mucho tiempo.
Al cabo, son poquísimas las cosas
que de verdad importan en la vida:
poder querer a alguien, que nos quieran
y no morir después que nuestros hijos.

Amalia Bautista

27 agosto, 2016

Al mirar el mundo

 
Dionisio Baixeras - Felicidad (1886)

Algunas personas, al mirar el mundo
no ven más que dinero.
Otras tienen solo ojos para las inversiones inmobiliarias.
Otras, a su vez, pasan de todo lo que no sea poder, honor y gloria.
Y así como hay algunas bienaventuradas que saben ver en todo a Dios
hay otras que, en fin, no necesitan más que amor.

Wim Wenders
Los Píxels de Cezanne

23 agosto, 2016

Su ocupación fundamental

Maria Kreyn - Solos juntos  (2012)

Pero allí le volvieron a la mente y en particular se acordó de una de las últimas veces que habían roto y de los que comprendió en ese instante –estaba sentada a la mesa de un café, y él acababa de marcharse. Lo que había comprendido, con absoluta certeza, era que vivir sin él iba a ser, para siempre, su ocupación fundamental, y que, a partir de ese momento, para ella las cosas tendrían en cada ocasión una sombra, una sombra más, hasta en la oscuridad, o tal vez sobre todo en la oscuridad. Se preguntó si eso podría servir como explicación de lo que significa estar loco por alguien, pero al levantar la mirada hacia el hombre de pie delante de la ventana, allí con su maletita en la mano, lo vio tan elemental y definitivo que le pareció totalmente insensato tratar de explicárselo.

Alessandro Baricco
Tres veces al amanecer


07 julio, 2016

En nombre de la nación




Hubo juramentos festivos, declaraciones audaces que proclamaban que con los contactos oficiales pertinentes, y con la ayuda de amigos alemanes del alto mando militar, aquellos numerosos comensales tomarían parte en la pomposa ceremonia de entrada de las tropas alemanas y del Eje en Moscú, que sus amigos les harían un hueco en la tribuna de honor... Eso decían alto y claro. Fue como si de pronto la sociedad hubiera perdido el juicio: tal era la impresión que daba aquel horrible espectáculo de gente aullando en la penumbra de la guerra. Mi amigo y yo permanecimos en silencio y acongojados en medio de la ruidosa compañía, escuchando ese odio desquiciado, sin duda alimentado de forma subconsciente por el miedo y la ansiedad. Los alemanes ya habían deslumbrado al mundo con sus «campañas relámpago» en los frentes polaco, yugoslavo y occidental. La clase húngara de los funcionarios y oficiales del ejército, es decir, la sociedad tildada comúnmente de «burguesa», confiaba a ciegas en la victoria de las armas alemanas. Yo observaba y escuchaba angustiado a los miembros de mi clase social. Pensé que algún día quizá tuviera que subir con ellos al cadalso, pues no podría romper la ley de la solidaridad de clase por mucho que quisiera, y la compañía con la que debía compartir mi destino me suponía un castigo más grave que el cadalso en sí. No mitigaba mi congoja el hecho de saber que aquellas gentes que la noche de la declaración de guerra descorchaban botellas de champán en un restaurante de Buda para celebrar la victoria no representaban a la nación: detrás de ellos, en una penumbra siniestra, vivía la nación, las masas conscientes del campesinado, de la clase obrera y de la burguesía, que aquella noche no tomaban champán sino que esperaban el desenlace fatal sumidos en un silencio grave, en plena y aterrada toma de conciencia. Aun así, de alguna forma, lo que cuenta siempre es la minoría que habla, juzga, toma champán y actúa en nombre de la nación; ellos no son la nación y yo no estaba dispuesto a identificar a ese grupo «señorial» de funcionarios embriagados congregados en un restaurante de Buda con los obreros socialdemócratas, con el campesinado húngaro, obstinado defensor de la tierra, la familia y la sociedad, ni con la burguesía culta y consciente de Hungría, la Alta Hungría y Transilvania. Pero fueron ellos, los funcionarios ebrios de champán, quienes hablaron ante el mundo en nombre de la nación. Y esa misma mañana Bárdossy había hablado ante la Cámara de Diputados en nombre de la nación húngara.

Sándor Márai
Lo que no quise decir

21 junio, 2016

Gentío


 Edward Hopper -  Nighthawks (1942)

El tío Charlie servía y servía, y puso frente a mí un vaso rebosante de whisky. Inmediatamente después empezó a abrir botellas de cerveza para los vendedores y me perdió la pista. Yo me fijé en el bar. Otro no habría visto más que a un grupo aleatorio de bebedores, pero yo veía a mi gente. A mi familia y amigos. A mis compañeros de viaje. Allí había todo tipo de personas –agentes de bolsa y ladrones de bancos, atletas e inválidos, madres y supermodelos-, pero todos éramos uno. A cada uno le había herido algo, o alguien, y todos acudíamos al Publicans porque a la tristeza le gusta la compañía, pero lo que busca, realmente, es el gentío.

J.R. Moehringer
El bar de las grandes esperanzas

16 junio, 2016

Tener paciencia

Adriana Lestido - La salsera (1992)

-Me cuesta aceptar que yo al final me lo busqué, que el que se encarceló contigo fui yo. Yo te busqué como una droga tóxica y muchos me decían cómo puedes ser amigo de ese ser, de ese ente, de ese freak lleno de trancas, de ese hueón tan raro, y yo no podía decir nada porque no lo sabía del todo o lo sabía y no sé por qué no quería admitirlo o quizás es que no me dabas confianza porque yo sabía que me bastabas pero por otro lado sabía que quería más y sabía que tú también y que era cosa de esperar… tener paciencia…

Alberto Fuguet
No ficción

10 junio, 2016

Autodisciplina


Utagawa Hiroshige - Dos hombres en un camino

-No es demasiado tarde. Si logras autodisciplinarte, podrás comenzar de nuevo. Lo peor que puedes hacer es decirte que todo ha terminado, que no sirves para nada. –Entonces se sintió obligado a añadir-: A decir verdad, yo mismo he tropezado contra un muro. Hay ocasiones en las que me pregunto si tengo futuro, pues me siento completamente vacío. Es como estar confinado dentro de una cáscara. Me odio a mí mismo, me digo que no sirvo para nada. Pero al recriminarme y obligarme a seguir adelante, logro romper esa cáscara a patadas, y entonces un nuevo camino se abre ante mí.

Eiji Yoshikawa
Musashi
Vol.3: La luz perfecta


21 mayo, 2016

Retrasar la despedida

John Atkinson Grimshaw - Moonlight Wharfedale (1860)

 

Por esto, nada más caro para mí que, en ciertas noches de abril o de octubre, tras tanto hablar y escuchar, al volver a casa con un amigo de mi edad retrasar la despedida. Callábamos o parloteábamos de cosas indiferentes; por el aire pasaban tenues resplandores, ecos, voces lejanas. Entre las aristas de los tejados parpadeaban las estrellas, o, a veces, entre las ramas de un árbol.

Cesare Pavese
Fiestas de agosto

18 mayo, 2016

Polo, el buscador

Extractos del libro Polo, el buscador. Vida y obra del periodista Fabián Polosecki de Hugo Montero  e Ignacio Portela 

Polo adolescente
  • Cuando la tarde se asomaba en la ventana, Fabián buscaba sin dificultad nuevos amigos en el barrio, un mundo de veredas angostas, decoradas por negocios de todo tipo, repletas de vecinos de todos los orígenes y colores: "De chico era un vagoneta, con una gran facilidad para hablar con la gente. Era amigo del vecino de al lado, del gallego, del ruso, de las gitanas de la vuelta, del almacenero". [Aída, madre de Polo].

  • "Cuando me tomaron la prueba para ingresar al programa de Pettinato, no tenía ninguna pauta de cómo iba a ser el ciclo, yo tenía un cagazo bárbaro, no preguntaba y el entrevistado hablaba. Quizás ahí se generó todo el estilo, en una cobardía mía frente a la cámara y que el tipo pudo llenar ese espacio que yo no llenaba. Fue buena suerte, surgió así y me gusta". [Polo]

  • "A mí me gusta escuchar, me parece que el día tiene 24 horas de inteligente silencio y hay que saber interrumpirlo con algo que pueda mejorarlo. Y no se logra casi nunca." [Polo]


  • Y una vez que aprendió a escuchar , tuvo que disponerse a aprender, sin demora, a manejar aquellos relatos implacables, imposibles de olvidar. Extraña paradoja: aquello que lo hacía diferente, lo iba lastimando despacio. Muy despacio. [H.Montero - I.Portela]

  • "Esperanza es una palabra que rara vez o casi nunca está en mi vocabulario personal. (...) Pero en el caso de la muerte de Polo, es la palabra que me llega. No sé si estaré equivocado, pero creo que el que se mata a los treinta, como Polo, perdió la esperanza, perdió el más mínimo destello de luz... [Tomás Abraham]


  • "Pero lo que a mí más me seduce no es precisamente el arquetipo de Marlowe oficiando de reportero -delirio compensatorio de un trabajo embrutecedor-, sino la fuerte presencia infantil que tenía Polosecki. Digamos que la televisión perdió con Polo una buena parte de su alma infantil, la de quien se preguntaba como preguntan los chicos, con la misma curiosidad, la misma insistencia y el mismo placer ante lo desconocido". [Tomás Abraham]

  • “Hay algo peor que la angustia de la página en blanco. Algo peor que no tener ninguna historia que contar: es haber oído demasiadas, y no poder olvidarlas." [Polo]



    *Publicado originalmente en mi otro blog, Apuntes de un Navegante en marzo de 2011.

    15 mayo, 2016

    Debes saber que lo que buscas en este mundo es raro

    Stephane Passet - Mirando desde un puente en Beijing

     

    Te das cuenta de repente de que la juventud, cuyo rastro andas buscando en vano, no se ha desarrollado forzosamente en un lugar determinado. ¿No ocurre lo mismo con lo que llamamos la tierra natal? Los humos azulados que flotan por encima de los tejados de teja de los pequeños pueblos, el crepitar del fuego que canta en los hornos de leña, los pequeños insectos casi transparentes, amarillos, de largas patas finas, los hogares en las casas de los montañeses y las colmenas de madera que cuelgan en la pared, cerradas con tierra, provocan en ti la nostalgia del terruño. He aquí la tierra natal que ves en sueños.
    Por más que vivas en la ciudad, que hayas crecido en la ciudad, que hayas pasado casi toda tu vida en ella, sigues sin poder considerar las ciudades como tu tierra natal. Tal vez porque son demasiado gigantescas, todo lo más un rincón, una habitación, un instante pueden despertar en ti un recuerdo. Y es tan sólo en estos recuerdos donde puedes protegerte sin sufrir heridas. A fin de cuentas, en este mundo inmenso, no eres más que una gota de agua en el mar, débil y minúscula.
    Debes saber que lo que buscas en este mundo es raro, tu avidez es exagerada. Todo cuanto puedes obtener en definitiva son vagos recuerdos, indistintos como tus sueños, nunca recuerdos que puedan valerse de las palabras. Cuando quieres contarlos, no quedan más que frases bien ordenadas, algunos fragmentos pasados por la criba de las estructuras del lenguaje.

    Gao Xingjian
    La montaña del alma


    07 mayo, 2016

    Mientras dura la esperanza


    Alfred Heaton Cooper - Corrie Village, Arran

    Los cinturones rocosos de las montañas se arrancan la nieve para destacar negros como el carbón en medio de un mundo blanco. Prominentes y oscuros, sobresalen por encima de Bárður y el muchacho, que se alejan de Lugar, nuestro principio y final, el centro del mundo. Y este centro del mundo es ridículo y orgulloso. Caminan con agilidad, piernas jóvenes, fuego ardiente, pero compiten también con la oscuridad, lo que tal vez sea adecuado, pues la vida del hombre es una constante competición con la oscuridad del mundo, las traiciones, la crueldad, el desinterés, una competición que muchas veces parece desesperada pero que libramos mientras dura la esperanza.


    Jon Kalman Stefánsson
    Entre cielo y tierra

    24 abril, 2016

    Petrificado


    Peder Severin Krøyer - Un almuerzo (1893)

    Su padre se dirigió a la cocina como si hubiera estado esperando cualquier pretexto para alejarse. Mattia se dijo que eso era todo lo que quedaba del amor de los padres, pequeñas atenciones, preocupaciones como las que los suyos enumeraban por teléfono todos los miércoles: la comida, el calor y el frío, el cansancio, a veces el dinero. Todo lo demás, conversaciones nunca entabladas, excusas que dar o recibir, recuerdos que corregir, formaba como una masa petrificada que yacería a profundidades insondables para siempre.

    Paolo Giordano
    La soledad de los números primos



    22 abril, 2016

    Contengo multitudes






    El pasado y el presente se marchitan.
    Yo los he llenado y los he vaciado a los dos
    y prosigo llenando lo que me espera en el futuro.

    Y ahora vosotros, los que me habéis escuchado,
    levantáos. ¿Qué tenéis que decirme?
    Miradme a la cara, mientras respiro por última vez
    bajo las sombras de la tarde.
    (Hablad sinceramente, nadie os escucha y sólo
    dispongo de un minuto.)
    ¿Qué tenéis que decirme?

    ¿Que me contradigo?
    Sí, me contradigo. Y ¿qué?
    (Yo soy inmenso...
    y contengo multitudes.)

    Me dirijo a los que están cerca
    y espero en el umbral de la puerta.

    ¿Quién ha terminado su trabajo?
    ¿Quién ha concluido de cenar?
    ¿Quién me acompaña?
    ¿Quién viene conmigo?
    O ¿vais a hablar cuando ya me haya ido y sea
    demasiado tarde?

    Walt Whitman
    Canto a mí mismo

    21 abril, 2016

    La obra más bella de mi vida




    Cuando se hallen restablecidos los derechos de la especie humana perdidos por tantas edades en el Perú, yo me felicitaré de poderme unir a las instituciones que los consagren, habré satisfecho el mejor voto de mi corazón, y quedará concluida la obra más bella de mi vida.

    Gral. José de San Martín

    citado en

    Felipe Pigna
    La voz del gran jefe

    16 abril, 2016

    Condiscípulos



    El nombre de cortesía de mi maestro Ssu-chi era Hsiang. En el invierno de aquel mismo año lo acompañé al yamen de Fengxian. Allí tenía yo como condiscípulo a un tal Ku, que estaba aprendiendo el mismo oficio. Su nombre de cortesía era Chin-chien, su nombre literario, Hung-kan, y su apodo, Tzu-hsia. Oriundo de Suzhou, como yo, como persona era noble, leal, decidido, con una franqueza que detestaba las zalamerías. Era un año mayor que yo, y por esta razón yo lo llamaba “hermano mayor”, mientras que él se refería a mí invariablemente como “hermano menor”. Pronto nos volvimos inseparables; de hecho, jamás he tenido un amigo mejor. Desgraciadamente, murió a los veintidós años, y desde entonces me he sentido abatido y solo. Hoy en día, cuando ya tengo cuarenta y seis años y me siento a la deriva en este vasto océano de la vida, me pregunto si volveré a tener tanta suerte en esta vida como para encontrar un amigo tan verdadero como Hung-kan. Recuerdo que al principio de nuestra relación de profundo compañerismo estábamos henchidos de elevados sentimientos de juventud, hasta el punto de que solíamos hablar de irnos a vivir a la sierra para retirarnos del mundo.

    Sheng Fu
    Seis estampas de una vida a la deriva

     

    07 abril, 2016

    Era esa época


    Alfred de Breanski - Temprano a la mañana, las ladera de Ben Venue

    Siento el lugar en que estoy y pienso...
    Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
    El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
    Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.


    Juan Rulfo
    Pedro Páramo

    25 febrero, 2016

    Un hogar

     Sarah Linden (Mireille Enos) y Stephen Holder (Joel Kinneman)
    The Killing (T4E6)


    Sarah Linden: Yo nunca tuve una casa verdadera en la que crecer. Ya sabes, un hogar. Nunca pertenecí a ningún lado. Y toda mi vida estuve buscando eso, ¿sabés? Pensando que estaría allí afuera, en algún lugar. Que todo lo que tenía que hacer era encontrarlo. Pero creo que quizás ese hogar éramos nosotros. Éramos vos y yo juntos en este estúpido auto dando vueltas por ahí, fumando cigarrillos. Creo que eso era todo. Lo siento. Debí haber sabido que eras una persona que siempre se queda. Y eras mi mejor amigo.




    01 febrero, 2016

    Lo que hacen los humanos

    Leonora Kathleen Green - Crossroads from My Window (1932)

    —Si supiera escribir o pintar o componer música, si me interesara expresar lo que me pasa por la cabeza, todo sería diferente. Sin embargo, yo no escribiría como los demás. Poco tendría que decir sobre lo que hacen los humanos. ¿Qué hacen? ¿Es realmente importante? Sí, claro, construyen grandes ciudades como Chicago y ciudades más pequeñas como Willow Springs, han construido esta vía férrea sobre la que estamos caminando, se casan y tienen hijos, cometen crímenes, roban, son amables. ¿Qué importancia tiene?

    Sherwood Anderson

    La Chica de Nueva Inglaterra


    26 enero, 2016

    Fugaces y frágiles momentos

    Eugene de Blaas - Secretos

    En cualquier caso, fuera como fuera, era paz lo que seguramente ansiaba y necesitaba, lo que necesita todo creador, alguien que ha nacido con la maldición de no resignarse a esta realidad que le ha tocado vivir; alguien para quien el universo es horrible, o trágicamente transitorio e imperfecto. Porque no hay una felicidad absoluta, pensaba. Apenas se nos da en fugaces y frágiles momentos, y el arte es una manera de eternizar (de querer eternizar) esos instantes de amor o de éxtasis; y porque todas nuestras esperanzas se convierten tarde o temprano en torpes realidades; porque todos somos frustrados de alguna manera, y si triunfamos en algo fracasamos en otra cosa, por ser la frustración el inevitable destino de todo ser que ha nacido para morir; y porque todos estamos solos o terminamos solos algún día: los amantes sin el amado, el padre sin sus hijos o los hijos sin sus padres, y el revolucionario puro ante la triste materialización de aquellos ideales que años atrás defendió con su sufrimiento en medio de atroces torturas; y porque toda la vida es un perpetuo desencuentro, y alguien que encontramos en nuestro camino no lo queremos cuando él nos quiere, o lo queremos cuando ya él no nos quiere, o después de muerto, cuando nuestro amor es ya inútil; y porque nada de lo que fue vuelve a ser, y las cosas y los hombres y los niños no son lo que fueron un día, y nuestra casa de infancia ya no es más la que escondió nuestros tesoros y secretos, y el padre se muere sin habernos comunicado palabras tal vez fundamentales, y cuando lo entendemos ya no está más entre nosotros y no podemos curar sus antiguas tristezas y los viejos desencuentros; y porque el pueblo se ha transformado, y la escuela donde aprendimos a leer ya no tiene aquellas láminas que nos hacían soñar, y los circos han sido desplazados por la televisión, y no hay organitos, y la plaza de infancia es ridículamente pequeña cuando la volvemos a encontrar.

    Ernesto Sabato
    Abaddón, El Exterminador