24 abril, 2016

Petrificado


Peder Severin Krøyer - Un almuerzo (1893)

Su padre se dirigió a la cocina como si hubiera estado esperando cualquier pretexto para alejarse. Mattia se dijo que eso era todo lo que quedaba del amor de los padres, pequeñas atenciones, preocupaciones como las que los suyos enumeraban por teléfono todos los miércoles: la comida, el calor y el frío, el cansancio, a veces el dinero. Todo lo demás, conversaciones nunca entabladas, excusas que dar o recibir, recuerdos que corregir, formaba como una masa petrificada que yacería a profundidades insondables para siempre.

Paolo Giordano
La soledad de los números primos



22 abril, 2016

Contengo multitudes






El pasado y el presente se marchitan.
Yo los he llenado y los he vaciado a los dos
y prosigo llenando lo que me espera en el futuro.

Y ahora vosotros, los que me habéis escuchado,
levantáos. ¿Qué tenéis que decirme?
Miradme a la cara, mientras respiro por última vez
bajo las sombras de la tarde.
(Hablad sinceramente, nadie os escucha y sólo
dispongo de un minuto.)
¿Qué tenéis que decirme?

¿Que me contradigo?
Sí, me contradigo. Y ¿qué?
(Yo soy inmenso...
y contengo multitudes.)

Me dirijo a los que están cerca
y espero en el umbral de la puerta.

¿Quién ha terminado su trabajo?
¿Quién ha concluido de cenar?
¿Quién me acompaña?
¿Quién viene conmigo?
O ¿vais a hablar cuando ya me haya ido y sea
demasiado tarde?

Walt Whitman
Canto a mí mismo

21 abril, 2016

La obra más bella de mi vida




Cuando se hallen restablecidos los derechos de la especie humana perdidos por tantas edades en el Perú, yo me felicitaré de poderme unir a las instituciones que los consagren, habré satisfecho el mejor voto de mi corazón, y quedará concluida la obra más bella de mi vida.

Gral. José de San Martín

citado en

Felipe Pigna
La voz del gran jefe

16 abril, 2016

Condiscípulos



El nombre de cortesía de mi maestro Ssu-chi era Hsiang. En el invierno de aquel mismo año lo acompañé al yamen de Fengxian. Allí tenía yo como condiscípulo a un tal Ku, que estaba aprendiendo el mismo oficio. Su nombre de cortesía era Chin-chien, su nombre literario, Hung-kan, y su apodo, Tzu-hsia. Oriundo de Suzhou, como yo, como persona era noble, leal, decidido, con una franqueza que detestaba las zalamerías. Era un año mayor que yo, y por esta razón yo lo llamaba “hermano mayor”, mientras que él se refería a mí invariablemente como “hermano menor”. Pronto nos volvimos inseparables; de hecho, jamás he tenido un amigo mejor. Desgraciadamente, murió a los veintidós años, y desde entonces me he sentido abatido y solo. Hoy en día, cuando ya tengo cuarenta y seis años y me siento a la deriva en este vasto océano de la vida, me pregunto si volveré a tener tanta suerte en esta vida como para encontrar un amigo tan verdadero como Hung-kan. Recuerdo que al principio de nuestra relación de profundo compañerismo estábamos henchidos de elevados sentimientos de juventud, hasta el punto de que solíamos hablar de irnos a vivir a la sierra para retirarnos del mundo.

Sheng Fu
Seis estampas de una vida a la deriva

 

07 abril, 2016

Era esa época


Alfred de Breanski - Temprano a la mañana, las ladera de Ben Venue

Siento el lugar en que estoy y pienso...
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.


Juan Rulfo
Pedro Páramo