18 mayo, 2017

Simplemente humano

Gustave Caillebotte - Retrato de un hombre (1877)

Que un hombre en el ocaso de la vida se enredara en los lazos del amor no tenía nada de extraordinario. Era tan viejo como el mundo. En casos así, las conveniencias saltan por los aires. El ridículo sólo existe para los demás, para los que nunca entienden nada. Hasta Destinat, con su frío rostro de mármol y sus manos de hielo, pudo caer en la trampa de la belleza y del corazón que late con violencia. En el fondo, eso lo hacía humano, simplemente humano.


Philippe Claudel
Almas grises


16 mayo, 2017

Rulfo centenario

 Sara Facio  -  Juan Rulfo


Siento el lugar en que estoy y pienso...
Pienso cuando maduraban los limones. En el viento de febrero que rompía los tallos de los helechos, antes que el abandono los secara; los limones maduros que llenaban con su olor el viejo patio.
El viento bajaba de las montañas en las mañanas de febrero. Y las nubes se quedaban allá arriba en espera de que el tiempo bueno las hiciera bajar al valle; mientras tanto dejaban vacío el cielo azul, dejaban que la luz cayera en el juego del viento haciendo círculos sobre la tierra, removiendo el polvo y batiendo las ramas de los naranjos.
Y los gorriones reían; picoteaban las hojas que el aire hacía caer, y reían; dejaban sus plumas entre las espinas de las ramas y perseguían a las mariposas y reían. Era esa época.

Juan Rulfo
Pedro Páramo

12 mayo, 2017

Silencio Blanco

Ivan Konstantinovich Aivazovsky - Paisaje de invierno (1876)


La naturaleza tiene muchos trucos con que convencer al hombre de su finitud: el incesante flujo de las mareas, la furia de la tormenta, la conmoción del terremoto, el largo retumbar de la artillería del cielo… pero el más tremendo, el más sorprendente de todos es la fase pasiva del Silencio Blanco. Todo movimiento cesa, el cielo se despeja, el paraíso es como de latón; el menor susurro parece sacrilegio, y el hombre se vuelve medroso, teme el sonido de su propia voz. Única mota de vida que viaja a través de los desechos fantasmales de un mundo muerto, tiembla ante su audacia, advierte que la suya es una vida de gusano, nada más. Se presentan extraños pensamientos no convocados, y el misterio de todas las cosas lucha por darse a conocer. Y el miedo a la muerte, a Dios, al universo lo invade… la esperanza de la Resurrección y de la Vida, al anhelo de la inmortalidad, el vano empeño de la esencia aprisionada… es entonces, si es que sucede alguna vez, cuando el hombre camina solo con Dios.

Jack London
El silencio blanco
de Once cuentos del Klondike